Por: Gonzalo Dulanto Gottschalk
Una mañana muy calurosa y arrancaba bien el día. Había que pasar todo el día
con Mauricio López, volante por izquierda de la última edición de La Copa
Libertadores Sub 20 y próximamente estará en el primer equipo de Nolberto
Solano.
El día de un futbolista en general es trajinado. Desde muy temprano se
levantan, un desayuno ligero y a entrenar un promedio de horas o más. El caso
de Mauricio no es la excepción y lo pude comprobar al estar desde muy temprano
con él.
Tomando desayuno con su padre, sus dos hermanos y su abuelo. Eso me pareció
muy peculiar y es que solo había hombres en la casa. Un televisor grande LED de
fondo hacia que todos permanezcan en silencio y simplemente se dedique a ver
los programas deportivos desde las 8 de la mañana. Solo los escuché conversar
cuando el hermano menor del zurdo dijo: “Que tal golazo”, los demás movieron la
cabeza de arriba abajo. Y eso fue todo.
Después de un rato ya estábamos en Javier Prado, junto con su amigo y compañero
de equipo, Rodrigo Camino. López me comentó que todas las mañanas pasa por él y
van juntos al entrenamiento. Conversamos un rato y ya estábamos en el
vestuario. Yo esperándolos afuera por supuesto.
El entrenamiento duró dos horas con veintitrés minutos. Un calentamiento
junto con Solano y luego a trotar. Un par de ejercicios de pases cortos con
pelota, otros sin pelota, unos remates al arco, espacio reducido, una calidad
exquisita del entrenador y un par de lesionados. Duarte y Llontop. A las
duchas, a cambiarse, la vuelta seguimos conversando. Mauricio se iba a la
Universidad San Ignacio y yo a editar.
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