lunes, 30 de abril de 2012



Crónica de Machu Picchu




Por: Yuri Ramírez

íbamos camino a Cuzco. Tenía 15 años y recuerdo que  primero pasamos por el Aeropuerto Internacional  Jorge Chávez, luego tomamos el avión y  en el transcurso del viaje hubo bastante turbulencia, uno que otro se asustó, a mi solo se me taparon los oídos. Digamos que  la llegada fue un poco agitada. Instalados en la ciudad imperial nos fuimos a visitar la plaza armas y sus catedrales renacentistas. Yo tenía una gran expectativa porque sabía que al día siguiente conocería  Machu Picchu, esa era nuestra meta.
Pasaron las horas muy rápido y cuando me  di  cuenta estaba   la ciudad de Aguas Calientes ,era  como estar  encerrados entre  altas montañas verdes y así  nos enrumbamos en la aventura hacia  la ciudadela inca , no sin antes probar esos  deliciosos chicharrones con papa  y como olvidarme de ese queso con choclo  y su pancito serrano  altamente nutritivo y es que era básico comer antes de partir, puesto que  la subida sería  agotadora.

Entones compramos unas botellas de agua y unos palos para apoyarnos y  empezamos a caminar.  Siguiéndoles los pasos  a  algunos guías adentrándonos poco a poco a la selva, pasábamos por túneles de tren, por riachuelos y siempre estábamos a la expectativa de que no pase alguno de esos trenes. Fue una caminata de 35 minutos  aproximadamente antes de llegar a la subida.

La subida empinada no fue nada fácil, en un momento teníamos que cogernos de las ramas y de la misma vegetación para no resbalar y darnos impulso. En ocasiones nos encontrábamos con  lugares señalizados donde se puede descansar y tomar aliento, sin embargo  cuando creímos recobrar fuerzas, fue que empezó a llover y se complico un poco todo.

Aun así seguimos contra todo pronóstico la caminata. Hubo uno que otro susto por algunos resbalones, pero no llegó a mayores. Por momentos nos cruzábamos con personajes vestidos de incas; eran los pobladores que en una forma artística en busca  de colaboración, gritaban: “One dollar please, One dollar” a los buses que venían descendiendo lleno de turistas. Fue así que lo logramos. Ya  a punto de ingresar, tuvimos que comprar un plástico impermeable porque no paraba de llover.

Aunque no pude contemplar muy bien el paisaje por las nubes y la lluvia, pude sentir que estaba en un lugar lleno de energía, poderoso, estar a esa altura pisando las nubes fue maravilloso. Siempre con la compañía de mi padre quien tomó la foto donde salgo  junto al Intihuatana donde dice la historia que lo utilizaban para amarrar al Sol ya que era su padre y su Dios y no querían que se fuera; También hay quienes dicen que el Intihuatana era un reloj solar que el tiempo y las estaciones del año se calculaban de acuerdo a las sombras proyectadas por el sol, al posar sus rayos sobre la escultura de granito.

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