Dice la frase "aquel que no ha llorado, aquel que no ha sufrido, no es de Alianza". Esa noche del 20 de abril del 2010. Fue una de las mejores noches de mi vida. A pesar de que mi equipo ganó 4-1, sólo grité 3 goles puesto que el cuarto ya no tenía garganta y unicamente atiné a llorar.
Eran las 7.15pm y ya estaba sentado en la sala de mi mejor amigo. Ibamos a ver el partido juntos como es costumbre cuando estamos de vacaciones. La emción era barbara, Alianza Lima había derrotado al Bolivar en la altura de La Paz. Venía bien el equipo, estaba jugando ordenado y cuando atacaba no había nadie quien lo pare. Ya no dependían de Montaño, quien fue en ese entonces para mi el mejor jugador de mi equipo. Verlo en la banca era frustrante pero sabía que el quipo grone tenía otros elementos y un nuevo sistema de juego.
El partido se inició y a los 8 segundos (increíblemente) Estudiantes de Argentina, el último campeón de la Copa Libertadores, nos anotó un gol. Toda la emoción se cayó, pero la fe en mi equipo nunca, faltaba mucho. Cada minuto que pasaba era frustrante, Alianza Lima no era el mismo y yo sentía que merecía ganarlo. Wilmer "el zorrito" Aguirre, un jugador en quien yo siempre confíe (aunque no me lo crea nadie). Siempre le veía condiciones de un delantero distinto. Lo consideraba también porque perteneció a esa promoción de jugadores como Paolo Guerrero, Jefferson Farfán, Carlos Fernández, Roberto Guizasola, etc. Quienes ganaron todo en su categoría y casi todo ese equipo estaba en la selección de aquel entonces. Esa noche, fue su noche.
Aguirre no se intimidó ante nadie, sólo fue él. En el primer gol destruye el orden defensivo de Estudiantes en un contragolpe y me hace gritar el primer gol. Estaba imparable. Me hubiese gustado estar en el estadio que parecía que iba a estallar, el apoyo de la gente fue intenso y me imagino que todos lloraron al final del encuentro, como yo lo hice. Después de haberle anulado un gol legítimo a Jose Carlos Fernández y expulsar al profesor Gustavo Costas. Nuevamente apareció "el zorrito" para sacarselo a Clemente Rodríguez, para dejar tirado a Cellay y definir perfectamente. Ya en el segundo tiempo, mi estado de ánimo había cambiado, ya no me sentía frustrado, tenía ambición. Quería más goles, querían que humillen a los argentinos.
Una vez más Wilmer en un cotragolpe, termina por cerrar su gran participación en el partido. Hace una pausa, deja tirado al defensa y define cruzado y abajo. Iban tres y faltaba uno. Ya no estaba sentado, ahora veía la televisión de pie, como si quisiera meterme y ser Aguirre por un minuto.
En una combinación de pases por la derecha, otra vez "el zorrito" saca un centro y Fernández se adelanta al defensa aragentino y concreta el cuarto gol. Ya era un baile, mi llanto se prolongó hasta cas los últimos minutos, cuando casi llega el quinto después de una tremenda combinación de pases. No había más. Sólo llorar. Ese fue el mejor partido que vi jugar a mi equipo, esa fue una noche distinta, ese es un recuerdo que nadie me quitará.
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