Por: Carlos Cáceda
Reja con vista a la calle, de pisos rajados como si un
remezón de la tierra hubiera sucedido ahí, paredes ladrilladas de un color
amarillo apagado, techos con cables pelados, que en tiempos de lluvias votaban
sus chispas, de luz y cable mágico, pasadizos con salidas a un mundo de puertas
dándole vida a los callejones que en tiempos pasados fueron chacras y tumbas,
ahora habitan más de 60 familias en ese espacio de 200 m2.
Un niño de solo cuatro años con el cabello de la forma de una
coliflor, del tamaño de un pigmeo, piernas y brazos cortos pero útiles para
poder patear una pelota de playa que se la regalaron por el carisma que el niño
plasmaba, así dice su madre. Con un conjunto, short y vvd del color de la
banana y unas sandalias ardillita color blanco era lo que vestía al niño de
cabeza algo inflada para algunas personas.
La pelota regalada por una señora de aproximadamente 55
años, Ana ‘la cubana’, era de una marca de crema para la protección de la piel,
Nivea. La foto captada por la unas de las más fieles fans de este ‘jovencito’ –
su abuelita- fue de una cámara kodak en los años 90 era la que retrató este
momento el cual es difícil de olvidar.
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