Mi infancia grande
Por: Miguel Hernández Alegre
En aquella foto salgo con la persona más importante de mi
vida, después de mi madre por supuesto. Mi abuela, que por esos días solía
llamarla “Mamá Viejita”. Era uno de últimos nietos que vivía con ella, entonces
siempre me engrió y me engríe. Cada vez que alguien me decía algo, ella yo me
escudaba en ella, que por supuesto siempre me defendía.
Aquella pared de fondo media rustica, era la de mi sala. Ahí
se festejaban todas las fiestas familiares y como yo no podía ser la excepción, mi cumple también por
supuesto. Mi abuela es una de esas
personas religiosas y muy creyentes a la religión católica; entonces mi casa no
podía faltar la figura de Jesús, Dios, la última cena, la imagen de algún
santo, etc.
Se puede apreciar una torta. Mi cumple “cumple” número 3. No
es como hoy en día que todas las fotos son con una cámara digital. Esta foto
fue sacada con una a rollos, de esas que están hoy en día la mayoría están en
los museos y no en las casas. En esos cumples a uno lo disfrazaban de todos:
marinero, galán, policía, etc. etc. Yo no podía ser la excepción en ese
entonces uno sólo acataba las reglas de los adultos y éramos todos felices.
Todavía recuerdo aquel callejón de un solo caño que era la
entra de mí casa, aquel de mi infancia
por el cual cada vez que corría llevaba una sonrisa en el rostro. Seguramente
esa misma sonrisa que lleva cualquier niño cuando la disfrutó. Esa entrada a la casa era espectacular. Una puerta de madera, era la entrada. De esas antiguas que
parecía para las cantinas del viejo oeste, un poco más alta y mucho más rustica
por supuesto.
Nací y me crecí en lugar humilde, pero acogedor, con toda la
mi familia y cuando digo con toda con toda. ¡Es con toda!. Si algún de mis tíos
se casaba, se iba vivir a la casa de su esposa y si alguna de mis tías se
casaba su esposo venía vivir a casa. Así
la familia era cada vez más grande.
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