martes, 31 de mayo de 2011

Hazte Famoso

Messi ha demostrado que es el mejor jugador del mundo y en la actualidad es inalcanzable por cualquier mortal.
No le bastó con ser el máximo goleador de la Champions League, con 12 tantos, sino que también habilitó a sus compañeros a que

asistencias 3 champions
                18 liga  

lunes, 30 de mayo de 2011

Messi reconquistó la Champions ¿amor eterno?


Por Alonso Cockburn Alva.
Lionel Messi consiguió su tercera Champions League, se consagró como el máximo anotador del torneo y posiblemente obtenga su tercer balón de oro de manera consecutiva.

Estamos ante un gigante de 1.69 de estatura. El Messi de Barcelona es un fuera de serie. Con tan sólo 23 años ha sumado 17 títulos en los 7 años de su carrera futbolística. Últimamente andaba como loco, hace más de un mes que no mojaba, la última vez fue con el Madrid en su propia casa y en las semifinales de ésta edición de la Champions.

No tuvo mejor idea que aparecer en la final. Reeditando la epopeya entre David y Goliat, Lio vulneró el punto débil del gigante Van der Sar con un remate rasante desde fuera del área que se coló a pesar de la larga estirada del portero holandés.

La euforia demostrada en la celebración del gol revela la inmensa emoción de un joven jugador que ya casi toca el cielo con las manos. 54 goles en 55 partidos esta temporada, ya superó al húngaro Ferenc Puskas del Real Madrid. 12 anotaciones lo convierten en el máximo goleador del certamen por tercera vez consecutiva e igualó el récord de Van. nistelrooy. Sin duda alguna, a ésta orejona siempre la besará Messi.

Salto del triunfo

Con gol de Messi, el Barcelona confirmó que es el mejor equipo del mundo y derrotó al Manchester en la final de la Champions league.
De: Mario Hernández

 


Corre camino a la victoria ya alcanzada. Leo Messi salta y brinca de emoción tras el gol anotado. Un micrófono se cruza en su camino y sale disparado por esos pies mágicos. No es calquier partido, es el partido que lo consagra como uno de los más grandes de la historia a nivel mundial. 

Ahora celebra, ríe y goza. Siempre tuvo la valla alta y hoy la saltó. De niño todo lo tuvo en contra, no crecía por culpa de un virus y ningún equipo lo quería fichar por el alto costo que resultaba su tratamiento. Messi ha logrado superar todo eso y hoy su calidad es iniguanable.

Con el grito de gol entre sus labios su rostro se ilumina de emoción. Sus 12 goles lo consagran como el mejor de esta Champions. Con su 1,69 de altura,  todo le quedo chico y nadie logro alcanzarlo. Aún con 23 años tiene mucho mas por dar y varias Champions por ganar.

Lionel Messi, tres veces seguidas goleador de la Champions

La 'Pulga'  con sus 12 dianas, consigió igualar a Ruud van Nistelrooy que impuso ese record en la temporada 2002-2003.

Messi eufórico corre a celebrar con la hinchada

Por:  Fabrizzio Z.

Empezó a correr como si estuviera a pocos de llegar a la meta de una carrera de 100 metros planos. No podía detenerse. Van der Sar en el suelo, prefiere mirar a otro lado, no lo puede creer. El último partido en la carrera del arquero y no la estaba pasando bien. Messi en algún momento paró y su rostro lejos de expresar cansancio, reflejaba una alegría extrema. Su gol no solo le estaba dando la victoria a su equipo, si no que lo convertía en goleador por tercera vez consecutiva

Lionel es el tercer jugador en la historia de la competición europea que consigue tres veces el titulo de goleador del certamen. Antes que él, Gerd Müller (1972-73, 1973-74 y 1974-75) con el Bayern de Múnich, y Jean-Pierre Papin (1989-90, 1990-91 y 1991-92), con el Olympique de Marsella, lo habían logrado, antes de que la Copa de Europa pasara a ser Uefa Champions League.

Esta temporada, Messi sumó 53 tantos. Doce de ellos en la Liga de Campeones sumados a los 31 de la Liga, los siete de la Copa del Rey y a los tres de la Supercopa de España.

La carrera recién empieza

Por Diego Landa
Messi se corona como campeón de la Champions League y es considerado como el mejor jugador de todos los tiempos.
Messi celebrando el segundo gol del Barcelona



 Corriendo hizo su camino hacia la gloria, desde chico se veía al gran jugador de Newells y se hacía más veloz, tal vez, la talla lo ayudaba y ahora es el mejor jugador del mundo.  Hablar del número 10 es hablar de Lionel Messi, el hombre que hace un gol por partido en sus  23 años de vida. Ahora ya tiene su tercer título de la UEFA Champions League . Lio ya cuenta con 15 títulos en toda su carrera, con esto es nombrado el mejor jugador de todos los tiempos, incluso tiene más títulos que Pelé aunque el brasileño para ese entonces ya tenía 2 copas mundiales.

Messi rompió con los récords del considerado más grande del fútbol argentino, Diego Armando Maradona que  , logró un Metropolitano , una Copa del Rey. Una Copa de la Liga (Barcelona) y una Supercopa de España (Barcelona). El número 10 actual del barza a su misma edad ha logrado  cinco Ligas, cuatro Supercopas de España, una Copa del Rey, tres Champions, una Supercopa de Europa y un Mundial de Clubes.


Aparte de ganar la Champions también ha ganado la Liga española y tiene su partido aparte con el Real Madrid a quien eliminó antes de llegar a la final. Una revancha por la final de la Copa del Rey.

Esta joyita, sí, este hombre pequeño que nació en el Newells Old Boys ahora se encuentra en el pedestal del fútbol internacional y es parte del mejor equipo del mundo actual, a este gran jugador le esperan muchas copas más.
Para nadie es duda que Lionel Messi, es el mejor jugador del mundo actual. ‘la Pulga’ va camino a ser de los más grandes de la historia a paso acelerado. Esto queda comprobado cuando se hace un recuento de los últimos logros de este argentino, que consiguió todo en España.</div>
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A sus 23 años, ‘la Pulga’ ya tiene en su curriculum, nada más y nada menos que 15 títulos con el Barcelona, algo que, hasta ahora, nadie había conseguido. Además, tiene cinco Ligas, cuatro Supercopas de España, una Copa del Rey, tres Champions, una Supercopa de Europa y un Mundial de Clubes.</div>
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Esta temporada, Messi sumó 53 tantos. Doce en la Liga de Campeones mas los 31 de la Liga, los siete de la Copa del Rey y a los tres de la Supercopa de España. Lionel, ha sido por tercer año seguido el máximo anotador de la Champions, cosas que solo habían logrado los míticos Jean Pierre Papin y el alemán Gerd Müller.</div>
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Sin duda Messi, va corriendo hacia la gloria eterna.</div>

Messi sumó su tercera Champions. Ya superó a Pelé en títulos acumulados a los 23 años

Por: Alfredo Tirado


Tiene 23 años y está entre los grandes. 'Lio' , a su corta edad, lleva sumados 17 trofeos en su carrera como futbolista profesional, un récord a esa edad que ya mejoró los de Pelé, Johan Cruyff, Alfredo Di Stéfano y Diego Maradona.
Su vitrina va así: 5 Ligas de España, 1 Copa del Rey, 4 Supercopas de España, 3 Ligas de Campeones, 1 Supercopa de Europa, 1 Mundial de Clubes, 1 Oro en los Juegos Olímpicos y 1 Mundial Sub -20.
Con estas estadísticas, más sus 198 goles en 329 partidos, ‘Lio’ es considerado por muchos como el mejor jugador del mundo y uno de los mejores futbolistas de la historia.
Quien superaba a argentino hasta antes de esta temporada, en torneos ganados y goles anotados a los 23 años, era ‘El Rey’ Pelé. A esa edad, el atacante brasileño había conseguido vencer en 15 campeonatos oficiales, entre ellos tres Copas del Mundo, sin haber participado en Juegos Olímpicos ni mundiales juveniles.
En total, Pelé acumuló 32 copas a lo largo de su carrera y anotó 760 goles en 822 partidos oficiales, lo que sigue siendo una solitaria marca difícil de superar para cualquier futbolista. Quizá, Messi sea el primero en romper los récords de Pelé y quitarle su corona. ¿Lo logrará?

Ataque rosado

Por: Alfredo Tirado


Juventud desalmada. Los hinchas rosados hicieron que me despida de mis familiares antes del amague de asalto.


Se venían los misiles. No eran los disparos de los delanteros del Sport Boys, sino los proyectiles que lanzaba la “Juventud Rosada”, hinchada del equipo chalaco en las afueras del Estadio Nacional. Era un domingo de fútbol en pleno verano del 2005. Un partido amistoso se realizaba entre Universitario de Deportes y Cienciano del Cusco, por la extinta Copa El Gráfico – Perú, esta que reunía sonantes equipos locales y de vez en cuando algunos de Sudamérica (como Peñarol en 2002, Independiente de Avellaneda en 2003 y Estudiantes de La Plata en 2004).

Todo indicaba que sería una excelente oportunidad para pasarla en familia; en este caso, mi papá y yo, que tenía dieciocho años, habíamos ido juntos. Pero un cruce desafortunado daría paso a un momento de tensión: antes del partido de fondo, hubo uno encuentro preliminar entre Sport Boys y Sporting Cristal, que desencadenó robos y amenazas en las afueras del estadio que, cuando estábamos los dos a punto de entrar al coloso, nos dejaron con el corazón en la boca pensando que todo se acababa ahí.


La previa

Mi papá me llevó al evento para ver jugar a Kukín Flores, que acababa de firmar por la ‘U’. Su presencia en el partido estaba asegurada. En la radio anunciaban que el estadio ya se estaba llenando para el partido entre los cremas y el equipo de moda (Cienciano había ganado la Copa Sudamericana en 2002 y la Recopa Sudamericana en 2004), mientras nosotros nos aproximábamos cada vez más al evento en su carro: un Honda Civic de la época.

Llegamos con el tiempo justo. Arrancamos a trotar para llegar a tiempo y ver la salida de los equipos. Entonces estábamos haciendo cola en la boletería para adquirir nuestras entradas a la tribuna occidente, y ocurrió lo inesperado: los hinchas del Boys, vándalos en su mayoría, salían cruzaban por esa calle tras salir por la tribuna sur, luego de la derrota de su equipo en el partido anterior.


Misileros salvajes

Estaban airados. Nos vieron a los diez o quince que esperábamos nuestro turno para comprar los boletos y en eso se detuvieron al frente nuestro. Estaban a solo diez metros y eran como cincuenta. En ese instante se me pasó por la cabeza lo que seguro también imaginaron los otros catorce (estamos jodidos).

Sin policías que nos protejan (era un amistoso, no estaban previstas las trifulcas) no teníamos cómo salvarnos. Se venían y a rezar. Ahí fue cuando el líder de la mancha de coléricos aficionados hizo la señal de avance y todos comenzaron a correr hacia nosotros gritando. ¡Así como en Corazón Valiente! Parecían un ejército de bárbaros como el de Atila que quería tumbarse a Roma entera. Pero Roma éramos nosotros quince. Éramos pocos, sin armas, sin policías, ni líderes con ánimos de guerrear ni tampoco razones para hacerlo.

Ya no había otra: se venían todos gritando como locos y no había otra que defenderse cada uno por su vida. Ya estaban a cinco metros para comenzar a robarnos o quién sabe qué más, y entonces se detuvo el tiempo.

¡Los vándalos se frenaron y comenzaron a reírse y mofarse de nosotros! No habíamos hecho una comedia teatral para que hacer reír a alguien, sino que ellos mismos se habían fabricado su momento de risa con una broma pesada, para asustarnos y que pensemos que ya no había tiempo ni para escribir testamento. Se reían a carcajadas. Se vacilaban mientras nosotros, gente tranquila no como ellos, solo quería entrar al estadio para ver un partido de fútbol.

Y se retrocedieron mientras se daban palmazos en la mano (como dándose los cinco, mismo Will y Jazz en el Príncipe del Rap). Estaban jugando, pero con nuestras pulsaciones que estaban a mil.
Entonces se vino la segunda tanda. Otra vez corrían hacia nosotros cincuenta desalmados inhumanos para asustarnos y nosotros esperábamos que otra vez se detengan. Fue tal el susto que no recuerdo si fueron dos o tres veces las arremetidas de esos despiadados, malvados, perversos salvajes disfrazados de hinchas.

Felizmente se fueron del lugar, con sus risas incesantes (me imagino que así se reirían los piratas del siglo dieciocho, tras haber ganado una batalla o haber robado un barco). La cosa es que se largaron del lugar dejándonos ahí, atónitos y sin saber qué pasó hasta que retornó la conciencia y la calma: ya estábamos a salvo.
Creo que recé un rosario entero en esos treinta segundos que duró el ataque. Dios me dijo que podía pecar de ahí a los cinco próximos años. Todos nos tranquilizamos pero nadie decía nada. Quedamos mudos del susto y si venía un periodista de esos que te preguntan ¿y… quién gana hoy? Hubieran pensado que no hablábamos el idioma, o que solo estábamos de pasada.

Todo pasó y entramos al estadio. Kukín salió con la ‘10’ y el mal momento que pasamos se olvidó por completo. Se presentaron los equipos y el estadio se veía espectacular. Mi papá y yo ni hablábamos de lo que había pasado: nuestra naturaleza nos decía, sabiamente, que lo ocurrido tenía que pasar desapercibido. Nos concentramos en el partido y comenzamos a disfrutar. Solo el fútbol podía revertir el mal momento que acabábamos de pasar, aunque tras el encuentro (que ganó Cienciano por penales, dado que 'Cuto' Guadalupe falló un penal en la definición por el título) los ladrones del atraco robaron las lunas del carro de mi papá. Fue un fastidio, pero nosotros estábamos bien y las huachas de Kukín nos hicieron regresar a casa con una sonrisa inborrable... Lo que le fútbol puede hacer.

Fue un baile

Dice la frase "aquel que no ha llorado, aquel que no ha sufrido, no es de Alianza". Esa noche del 20 de abril del 2010. Fue una de las mejores noches de mi vida. A pesar de que mi equipo ganó 4-1, sólo grité 3 goles puesto que el cuarto ya no tenía garganta y unicamente atiné a llorar.

Eran las 7.15pm y ya estaba sentado en la sala de mi mejor amigo. Ibamos a ver el partido juntos como es costumbre cuando estamos de vacaciones. La emción era barbara, Alianza Lima había derrotado al Bolivar en la altura de La Paz. Venía bien el equipo, estaba jugando ordenado y cuando atacaba no había nadie quien lo pare. Ya no dependían de Montaño, quien fue en ese entonces para mi el mejor jugador de mi equipo. Verlo en la banca era frustrante pero sabía que el quipo grone tenía otros elementos y un nuevo sistema de juego.

El partido se inició y a los 8 segundos (increíblemente) Estudiantes de Argentina, el último campeón de la Copa Libertadores, nos anotó un gol. Toda la emoción se cayó, pero la fe en mi equipo nunca, faltaba mucho. Cada minuto que pasaba era frustrante, Alianza Lima no era el mismo y yo sentía que merecía ganarlo. Wilmer "el zorrito" Aguirre, un jugador en quien yo siempre confíe (aunque no me lo crea nadie). Siempre le veía condiciones de un delantero distinto. Lo consideraba también porque perteneció a esa promoción de jugadores como Paolo Guerrero, Jefferson Farfán, Carlos Fernández, Roberto Guizasola, etc. Quienes ganaron todo en su categoría y casi todo ese equipo estaba en la selección de aquel entonces. Esa noche, fue su noche.

Aguirre no se intimidó ante nadie, sólo fue él. En el primer gol destruye el orden defensivo de Estudiantes en un contragolpe y me hace gritar el primer gol. Estaba imparable. Me hubiese gustado estar en el estadio que parecía que iba a estallar, el apoyo de la gente fue intenso y me imagino que todos lloraron al final del encuentro, como yo lo hice. Después de haberle anulado un gol legítimo a Jose Carlos Fernández y expulsar al profesor Gustavo Costas. Nuevamente apareció "el zorrito" para sacarselo a Clemente Rodríguez, para dejar tirado a Cellay y definir perfectamente. Ya en el segundo tiempo, mi estado de ánimo había cambiado, ya no me sentía frustrado, tenía ambición. Quería más goles, querían que humillen a los argentinos.

Una vez más Wilmer en un cotragolpe, termina por cerrar su gran participación en el partido. Hace una pausa, deja tirado al defensa y define cruzado y abajo. Iban tres y faltaba uno. Ya no estaba sentado, ahora veía la televisión de pie, como si quisiera meterme y ser Aguirre por un minuto.
En una combinación de pases por la derecha, otra vez "el zorrito" saca un centro y Fernández se adelanta al defensa aragentino y concreta el cuarto gol. Ya era un baile, mi llanto se prolongó hasta cas los últimos minutos, cuando casi llega el quinto después de una tremenda combinación de pases. No había más. Sólo llorar. Ese fue el mejor partido que vi jugar a mi equipo, esa fue una noche distinta, ese es un recuerdo que nadie me quitará.

Punto ganador.

Por Diego Landa
En el año 2008 tocaba jugar con Argentina, nos teníamos que enfrentar a Messi, sí, el ahora campeón de la UEFA Champions League. Muchos creyeron en la selección porque misteriosamente Perú juega diferente contra equipos grandes asi que el que menos piensa en goleadas, por lo menos. Fue día de semana y estaba impaciente para que llegue el momento, en el colegio ese era el tema principal y los minutos cada vez pasaban más lento.

Tenía mi camiseta firmada por Pizarro y Guerrero, me la puse orgulloso al Monumental. Pocas veces había cofiado tanto en la selección. Tuve que vivir lo 90 minutos mas tediosos y los minutos extras mas lindos en esos 16 años. Tuve que llegar a los 90 min con 1 a 0 en contran toda la gente empezó a salir del estadio con la cara de siempre, con una derrota mås en la espaldam

Mi viejo me enseño desde pequeño a no abandonar el equipo hasta que finalice el partido y más si se trataba de nuestra selección y por fin tuvo que aparecer el mejor jugador peruano con el jugador argentino mas tonto del campo. Tonto por no poder bajarselo al mejor y el mejor por sacarse al tonto de encima. Se tuvieron que juntar Batagglia y Vargas para armar la jugada gloriosa, cada paso de Vargas era un latido mas fuerte, cuando se sacó a batagglia del camino pensé que todo terminó pero el ârbitro no compró la falta y cuando lo dejan suelto al "loco" hay que tener cuidado.

Tuvo tiempo de levantar la cabeza para dar el centro a Fano, el cual la puso al fondo, el estadio se vino abajo, yo me vine abajo y encontré el abrazo del desconocido, por fin se curaban los 90 minutos era la primera vez que gritaba tan fuerte un gol de la selección  La primera vez que sentía que no había perdido dos puntos si no ganado uno. Al llegar a casi mil repeticiones con la voz de Daniel Peredo.

El loco que me volvió loco

Un escorpión me inyectó su veneno… felizmente, hubo cura
Por: Alfredo Tirado
                  Yo y atrás mi abuela, que no quiso curarme y sí reírse de mi
                  demencia.
Los miedos se contagian, dice un refrán que continúa: “El miedo es la raíz de todos los problemas”. Es que las personas transmitimos temores y muchas emociones más, hasta acciones. A veces, estas se multiplican en las mentes de las personas, cuando fue uno solo el que inició el cambio: un diferente, un pensante, un genio y hasta un loco de remate, que podría hacernos andar por la vereda que nunca utilizamos, y hasta saltar por los aires como un demente boca abajo y con los brazos abiertos con una pelota de fútbol, para luego golpearse en el suelo como un suicida imbécil (sin motivo alguno, por eso imbécil) en vez de estar viendo la final de la Copa del Mundo con toda su familia en una sala, disfrutando del mayor placer que el fútbol puede dar.
Este es mi caso. Así como Atila, Napoleón, Hitler, Los Beatles o hasta Ollanta Humala en el Perú actual pudieron difundir sensaciones que se adherieron a los pensares y acciones de varios grupos de gente, hasta de multitudes, a mí me transfirió su locura futbolera René Higuita, el arquero colombiano que enseñó a los ingleses que el fútbol tiene muchas expresiones: hasta la demencia misma, cuando hizo la maniobra conocida como ‘el escorpión’, en el mítico estadio de Wembley ante inventores del deporte más apasionante del mundo.

El día de la independencia – 1995
Lo llamo así porque fue el día en que varios locos dejamos la esclavitud del sentido común: fuimos libres. Todos estamos algo locos –dicen–, entonces ese 7 de setiembre de 1995 Higuita dio la libertad a algunos locos por del fútbol, así como Ramón Castilla se la dio a los esclavos negros en el Perú a mediados del siglo diecinueve (eso sí fue por una buena causa).
Yo vi la maniobra del escorpión de Higuita. Esta que recorrió el mundo entero (si existen los extraterrestres, estos se pasaron la voz entre ellos, o lo que fuera que les permita comunicarse) y mi mente debió haber hecho algo parecido a lo que la cabeza de Einstein (salvando las distancias cerebrales) sufrió cuando se le ocurrió analizar el tiempo y el espacio: una bomba explotó en su cabeza.

La hora loca
Me reventó a mí. Vi el escorpión y lo único que quería hacer desde ese momento era hacer el maldito escorpión. No quería jugar fútbol. No quería patear la pelota. No quería llamar a mis amigos, solo pensaba en hacer el escorpión una y otra y otra vez, tirando la pelota contra la pared para luego recibirla a media altura y lanzarme como un tarado a no darle a nada y destrozar mis pectorales al rebotar en el suelo.

Estaba tan motivado que hasta creo que rebotaba en el jardín de la casa de mi abuela y enseguida ya estaba de pie otra vez para una serie más del ejercicio. ¡Estaba alienado! El esquizofrénico que dormía dentro de mí despertó y se liberó el loco. ¡Solo quería hacer el condenado escorpión! ¡No quería ni ver la tele que tanto me gustaba!

Y mencioné a mi abuela. ¡Ella me ayudaba! Le gusta el fútbol y me apoyaba en mi intento de hacer el escorpión. Me lanzaba la pelota una y otra vez durante horas sin parar. ¡Quería que siguiera siendo un demente! ¡No me quería curar! Le gustaba verme intentarlo y se revolcaba de la risa que con mi flacura chocara en el pasto y otra vez ya estaba de pie para continuar (era bien ágil).
Fracaso en la operación al enfermo
El fútbol me había enfermado. Él tenía la culpa de todo: ahora sufría esquizofrenia escorpiónica  alucinatoria. Los síntomas eran los siguientes: no veía televisión, no llamaba a mis amigos para jugar, solté el Nintendo y me salían marcas en el pecho (de tanto tirarme al suelo). ¡Ahora era un antisocial! Mi arco de fútbol se comenzó a oxidar (no lo usaba). La pared del jardín de mi abuela estaba llena de círculos grises, de tantos pelotazos que enviaba para que vengan de vuelta para la obra de arte. Ya me salía, ¡pero tenía que dejarla!

Y el fútbol no me iba a curar: Llegó la final de la Copa del Mundo de Francia 1998, en la que la final tuvo el choque entre los brasileños y los locales, el 12 de julio de 1998. Todos veían la final y yo, de 12 años de edad, jugaba solito en el patio a darle a la pelota con los tacos de mis pies. ¡Ojo! Ya habían pasado casi tres años desde el invento del escorpión, pero yo aún seguía siendo un loco escorpionizado con libertad llevada a un extremo inimaginable.
Zulema: el antídoto perfecto
“Los miedos son la raíz de todos los problemas”, dice el refrán que ya cité. Pero me guardé su última parte para el final; este continúa: “El miedo desaparece con el amor, pero el amor, da miedo”. ¡Y ahí está la cura! Sí, el amor. Ustedes dirán: “¿pero de qué miedo habla? Si él no tenía ningún miedo”. Cierto. Qué miedo iba a tener con mi enfermedad si me lanzaba al suelo a seguir golpeándome sin que me doliera nada. Ya tenía hasta marcas en el cuerpo, que bien cualquiera me podía decir que me habían poseído o me hubieran agarrado a latigazos.

La cosa es que si el enamoramiento era capaz de curar un miedo, también podía vencer a una esquizofrenia escorpiónica alucinatoria. Así como la insulina de amor sanó a Juan Luis Guerra y su bilirrubina, yo me templé a los 13 años y me curé. Sí. Me enamoré de una chica de mi clase de natación que se llamaba Zulema, y yo no podía dejar de verla. Mi mente emigró a otro lugar y abandoné el escorpión, y todo lo que esto repercute: se me comenzaron a borrar las heridas del cuerpo, las paredes de mi abuela comenzaron a limpiarse, mi arco era más utilizado ¡y ahora solo pensaba en ir a la natación! También volví a juntarme con mis amigos. ¿En qué puede afectar un enamoramiento en que yo juegue más con mis compadres? Tal vez mi naturaleza me volvió más normal, como un humano cualquiera para gustarle a Zulema (loco como estaba, jamás me iba a mirar).

Al fín: curado pero enfermo de nuevo

El amor cura el miedo pero el amor da miedo. A mí me curó la esquizofrenia, pero además, me enfermó de enamoramiento. Estaba templado pues. ¿A quién no le ha pasado? El loco escorpiónico dejó de ser libre para quedarse encerrado otra vez en el fondo de mi mente –o irse para siempre, espero– y pasé a estar enamorado de Zulema por un tiempo, entonces, otra vez estaba como un enfermo. Ella no llegó a ser mi enamorada. Después me olvidé de ella y me gustaron otras chicas y tuve una que otra enamorada.

Pero eso no viene al caso. Lo importante es que estoy aquí: curado. Soy un humano como cualquiera y ya no sufro esquizofrenia escorpiónica alucinatoria (me gusta repetirlo). Ahora puedo escribir esta crónica que enviaré como caso real al Instituto de Psiquiatría y Psicología Médica, al que bien le podría servir como herramienta para sanar a varios locos que podrían recibir el antídoto del enamoramiento, este que me curó de la maldita adicción al escorpión, que me tuvo tres años como un enfermo y me hizo perderme la final entre Francia y Brasil en 1998.

El último gol gritado

Por: Marco Escudero
Lo más rico de un gol es cuando gritas al último minuto. Así me sucedió una tarde de un sábado en el estadio San Martín. Anderson Cueto hizo que después de un año (el último fue del el ‘Vagón’ Hurtado a Estudiantes cuando anota el segundo gol por la Libertadores 2009 en el mismo escenario) que grite de una forma eufórica. A veces me pregunto ¿quién habrá inventado esa palabra bendita llamada GOL? O porque se siente una sensación impresionante. Desahogarte cuando lo gritas. No lo sé.
Era la primera vez que Cristal iba a jugar en el recinto celeste ante su archirrival Alianza Lima. Había gran expectativa. Los blanquiazules luchaban por el titulo y los celestes por clasificar un torneo internacional. Era la primera vez que veía sentado, como hincha,  ese partido en la tribuna occidente. Esa entrada me costó 70 soles. Era la primera vez que había pagado esa cantidad de plata para ver a mi equipo.
Lo curioso me dio al ver al gerente general de los bajopontinos, Juan Carlos Oblitas, sentado junto a Gustavo Zevallos, gerente deportivo, en el palco. Viviendo el partido. Este último era simpatizante de Alianza. En cambio Oblitas, no lo sé, pero parece que es solo simpatizante de Cristal porque es hincha de la “U”.
“Pacho” Alarcón, presidente de los victorianos, estaba, también, junto con los dirigentes cerveceros. Los hinchas de Alianza, que estaban pegados hacia la tribuna norte, insultaban a los directivos rimenses. No me causaba nada extraño. Era algo normal de un clásico. Era una fiesta. Ambas barras querían ganar. Yo hacía presagiar que era empate porque no faltaba nada para acabar el partido, pero llegó el minuto 44’ y Anderson Cueto me hace saltar como un niño de cinco años que recién grita un gol. Era impresionante el desahogo que había botado en ese momento. De frente miré al palco. Zevallos y Oblitas cómo lo gritaban. Fue algo extraño porque ambos no son hinchas de Cristal, pero vivieron el partido.
Al termino del partido,  los periodistas se van al palco y entrevistan a ‘pocho’ Alarcón en la escalera donde se baja para ir al acceso de prensa,  pero el error de ellos (periodistas) fue que lo entrevistan cuando por esa escalera baja la barra de Cristal de occidente y le dicen de todo. Alarcón nomas les miraba y tuvo que decir a la prensa: “vamos a hablar abajo”.
Esa tarde salió redonda para los celestes. Fiesta, triunfo, gritos, insultos. Todo. Quizás sea el último partido que lo viví como hincha, porque ahora lo veo como periodista.

Estadio sin suerte

junto a mi madre en el estadio
Por: Mario Hernández

En el estadio Monumental nunca le fue bien a la selección peruana y las estadísticas así lo demuestran. En quince encuentros solo ha obtenido la victoria en tres ocasiones, empatando siete veces y perdiendo en cinco oportunidades.
Era la primera vez que jugaba Perú en el Monumental y el rival seria Ecuador. El partido se jugaba por  las eliminatorias a Corea – Japón 2002. Perú necesitaba ganar para aun tener chances de clasificar y Ecuador prácticamente aseguraba su cupo al Mundial si ganaba. Sin duda iba a ser un partido de infarto.
Como buen hincha no dude ni un segundo en ir al estadio pero estaba en un dilema. El encuentro se jugaba el 02 de junio, ¡mismo día que el cumpleaños de mi madre!, así que opte por lo más fácil, animar a mis padres a ir al estadio.
La llegada al recinto  fue estimulante, un mar de gente con los colores rojo y blanco en el pecho caminaban cantando y alentando rumbo a las tribunas. Me dirigí a norte como decía mi entrada, pero hubo algo que no me agrado. Las tribunas eran muy distantes a la cancha, pero preferí pensar que era mi costumbre de ir a Matute donde la gente está más cerca.   
Llegó la hora del himno y fue una de las cosas más emocionantes. Todos se pararon con la mano al pecho y entonaron las estrofas como si fuesen la última vez que lo harían. Recuerdo ver unas lágrimas salirse de los ojos de mi madre.      
Empezó el partido y parecía una batalla. Las dos escuadras luchaban por mantener el balón, hasta que apareció Pizarro para darnos una gran alegría en ese momento. Toda la tribuna se vino abajo recuerdo. Nos abrazamos y vibramos de emoción con mis padres. Perú ganaba 1 a 0.
Aun no terminaba el primer tiempo cuando de los pies del ecuatoriano Méndez se veía venir una tragedia. Ecuador empataba y así se iban a las duchas. En el segundo tiempo Perú dominó pero no definió y faltando poco para que finalice el encuentro Delgado selló la clasificación de Ecuador al Mundial poniendo el 2 a 1 definitivo. En las tribunas todos nos quedamos helados.
La salida fue un velorio. Un contraste total a la llegada. Los comerciantes, que temprano vendían las camisetas a 25 soles, ahora las remataban a 10. Para empeorar las cosas caminamos cerca de 1 hora al no encontrar un taxi. Así se inició la triste suerte de Perú en el Monumental y el repudio de mi mamá a ese estadio.

domingo, 29 de mayo de 2011

Deje de ser peruano, 90 minutos, cada semana

Por: Fabrizzio Z.
Me quedé ronco, ya no podía mas con me alegría. Me sentía un mexicano mas en pleno estadio, rodeado de gente que compartía la misma alegría que yo sentía, solo que estaba en Perú y sentado en la comodidad de mi cama y completamente solo.

Desde pequeño siempre tuve influencia mexicana, aun cuando mi madre me lo prohibía, siempre encontraba la manera de ver el chavo del 8. Este programa lleva años ininterrumpidos en la televisión peruana, por lo que al final mi mamá sabia que tarde o temprano lo terminaría viendo. Se dio por vencida y 5 meses después de esa prohibición pude ver todos y cada uno de los capítulos de aquella vecindad, mas de 1 vez.

Me acuerdo que dentro de esta vecindad, siempre hubo diferencias y aquellas acerca del equipo de futbol al que le iba cada integrante de esa quinta también. Para mí solo existían equipos peruanos, hacía dos años atrás mi abuela me había hecho hincha del club de mis amores y ya sabía diferenciarlos a todos. Sin embargo, este programa de televisan me abrió la puerta a nuevos equipos.

El ‘Chavo’ siempre soñaba con chutar al arco como Enrique Borges, meter los goles que su ídolo de repente no pudo. América entonces era el equipo que hacía que su juego con aquel inmenso balón, se volviera toda una experiencia. Don Ramón en momentos incómodos siempre decía que era macho y que le iba al Necaxa, se sabe que Ramón Valdés le iba a ese equipo y no dejaría que el famoso Ron Damon sea de alguno contrario. Su contraparte, aquel gordito bonachón, al que le debían siempre 14 meses de renta, el Sr. Barriga, le iba al Monterrey.

El profesor Jirafales si me generó dudas con su hinchaje. En unos capítulos alienta al América, mientras que en otro entona el himno de los Pumas de la UNAM. Geeks de El Chavo, también dudan. Dicen que le va al América pero que le guarda un cariño a la UNAM porque ahí estudio docencia. Sea como sea, precisamente este último equipo que me llamo la atención cuando chico. Pensar en un equipo de pumas solo se me hacia 'real' en la “Copa Zoológico”

Nunca le tome importancia hasta el 2008. A mis 18 años solo simpatizaba por cuatro equipos. Liverpool, Real Madrid, Fenerbahce y Alianza hacían vibrar mi garganta. Cuando vi un Pumas vs América supe que no había quinto malo.

Aquel partido me intereso en demasía, escuchaba aquellas porras que parecían de la época en la que mi abuela iba al estadio, literalmente. ‘Cachun cachun ra ra’ gritaba esa barra a las que yo veía como algo anticuada, sin embargo, todo el estadio gritaba a la misma vez.

Con el paso del tiempo, Enrique ‘El Perro’ Bermúdez se convertía en la voz que me llevaba 90 minutos de futbol a la semana. Esa voz gruesa y con frases exageradas como, “le salió un tiritito” o cuando grita “golazo azo azo azo” me parecían insoportables, finalmente lo termine por aceptar.

No fue hasta este año que sentí que por 90 minutos me trasladaba a la Ciudad Universitaria. Sentía que estaba en alguna butaca de aquel estadio, con un polo azul y dorado gritando “Goya! Goya! Universidad”.

Empecé siguiendo toda la campaña de este reciente Pumas campeón y cada fin de semana la gente creyó que un mexicano habitaba en la cuadra. Probablemente grite los goles de los Pumas, más de lo que he gritado un gol en largo tiempo.

Esa campaña fue suficiente para que me sintiera en el estadio, para que deje la garganta, para que explote de alegría, para que por 90 minutos deje de ser peruano, vuele mentalmente a Ciudad de México y me ponga a cantar las canciones del Tri.

martes, 17 de mayo de 2011

Mi postrecito se convirtiò en un trago amargo

Andrea Vela Benavides

Desde muy temprano salió el sol. Los rayos caían intensamente sobre los suelos de La Victoria. Todo hacía presagiar un triunfo. Y es que en mi barrio querido se iba a jugar el partido más esperado del 2006. Mi Universitario se enfrentaría al equipo blanquiazul, ese que me causa dolor de cabeza cada vez que lo escucho.

Esta vez me tocaba alentar desde las tribunas. Era la primera vez que acudía al estadio. Desde que me levanté todo jugaba a favor mío: me invitaron a desayunar, almorzar y me regalaron la entrada a la tribuna de oriente, así que el postrecito tenía que ser la victoria merengue.

Ese día me puse la camiseta merengue y una vincha con la frase ‘garra crema’ que mi hermano me había regalado unas semanas atrás. Estaba emocionada, porque uno de mis sueños, de ese entonces, era ver a la ‘U’ desde la tribuna y se iba a cumplir.

Ya en el estadio con las graderías llenas sentí una adrenalina diferente. Salté, canté y alenté como nunca. Mi equipo pisaba el terreno de un estadio que no me gustaba para nada, pero no importaba, pues yo fui solo por la ‘U’.

Comenzó el compromiso y todo no empezaba como lo esperaba, Alianza Lima dominaba el encuentro. La primera mitad, así me cueste aceptarlo fue blanquiazul. Lamentablemente para mí y para toda la fanaticada merengue el gol ‘grone’ se veía venir.

Mi sueños se derrumbaron en el segundo tiempo, el gol del chileno Martel quebró mi corazón. Fue como recibir una puñalada.
Todo se vino abajo. Ya no quería alentar. Dejé de saltar y comencé hacer puños por la derrota. El postrecito que tenía que ser la victoria se convirtió en trago amargo, ese que acostumbran a beber aquellos que andan por las esquinas de mi barrio querido.

La 'U' perdió ese día 1-0, y mi primera vez en el estadio no fue como lo esperaba. Nunca olvidaré esa tarde del 2006. La derrota nubló el clima espléndido que vivía la Victoria.

Cantolao y la relación con mi hermano

Por: Ricardo Carrión

Recuerdo cuando cada fin de semana, mi familia y yo nos íbamos a las cancha de Fertiza, cerca de ventanilla para ver jugar a Joao, mi hermano mayor. Jugaba en Cantolao, uno de los mejores equipos juveniles con grandes jugadores como Jair Céspedes, José Corcuera, Luis “Manzanita” Hernández, Ryan Salazar, entre otros.
Debo aclarar que iba más por una salida familiar que por interés deportivo. Pasaba más tiempo en los juegos con mi melliza que viendo a mi hermano jugar. Era zurdo, fuerte y rápido, características que le sirvieron para ser titular en el equipo, viajar con ellos y salir campeón en más de un país y goleador en Estados Unidos y Chile.
Era tan poco mi interés por el fútbol, que un domingo, mientras mi hermano jugaba, me eché en la línea lateral para ver el partido, o simplemente relajarme un poco,  y me quedé dormido, literalmente en la línea lateral de la cancha. Mis papás bromeaban con sus amigos, uno de ellos Mandriotti, dueño del club. Otra anécdota en un partido fue cuando corría por la línea lateral, jugando a las “chapadas” claro está, y el árbitro corría también mirando hacia el otro lado, tremendo golpe recibí que tuvieron que parar el partido para auxiliarme.
Mi hermano siempre fue picón, más aún cuando perdía un partido o se fallaba un gol, desde los cinco años dormimos en el mismo cuarto, por lo que tenía que aguantar sus regañadas si es que dejaba algo tirado en el piso o molestaba en cierta forma, prefería no estar en mi cuarto. Claro que mientras crecía, más fuertes eran las puteadas.
Poco a poco me fue interesando el fútbol, cada fin de semana iba a los partidos para ver a mi hermano, se convirtió en algo cotidiano. Mis papás siempre estuvieron contentos cuando sus hijos practicaban deportes. Lo intentaron con el primero, Marco que ahora tiene 34 años, pero en plena práctica de fútbol, sacaba su cometa y hacía que vuele, no tocaba el balón. El segundo, Joao, mientras Marco volaba su cometa, él jugaba con la pelota, solo, en una esquina de la cancha.
Veía fútbol tras fútbol, mi hermano ponía los canales deportivos cada día en el cuarto, tenía los posters de la selección, de alianza y del muni, del cual es hincha a muerte. Cada navidad mis papás le regalaban pelotas, en el cuarto, nunca faltaba una. Cuando mis primos venían a la casa, Joao nos llevaba al parque a jugar fútbol, su agilidad y destreza con el balón hicieron del fútbol el gusto que me faltaba, siempre fui hiperactivo por así decirlo, siempre quise practicar algún deporte, mi hermano, con tantos años y camisetas puestas, me incentivó a hacerlo.
Años después, jugó por Zuñiga, Deportivo Municipal, Sporting Cristal, Alianza Lima, Sport Boys, y más. Una de mis memorias cuando mi hermano jugó contra Cristal a fines de los 90, cuando empecé a ser seguidor de los celestes, fue el encuentro que tuvo con un defensa, quien nunca lo pudo parar por su gran velocidad. Años después me contó mi hermano que aquel defensa al que volvió loco una tarde de fin de semana, era Alberto Rodriguez, defensa que ahora defiende la camiseta del Sporting Braga de Portugal.

El día que me ganó una mujer



Por: Alonso Cockburn Alva.

Tiritando de frío, mordiéndome las uñas de mis pequeños y arrugados dedos que remaron fuerte y parejo para llegar a la final, me encontraba entre la multitud esperando frente al estrado el resultado final de la serie.

Era  febrero del 95 en Pacasmayo. Tenía apenas 9 años y como todos los veranos esperaba ansioso el campeonato de body board que organizaba el club y en el que participaba junto a todos mis amigos de la categoría. En ese tiempo solía ser anfibio, desde que despegaba el ojo lo primero que pensaba era en ir al mar, el gran parque de diversiones frente a casa con el que contábamos los afortunados niños que vivíamos en ese maravilloso puerto.
De izq. a derecha: Claudia, Alejandra, el chino Javier, Ernesto, yo, Bianca, Alessandra, Maria fe y Mariana. Atrás: Otto.

Recuerdo que éramos un grupo grande  entre mujeres y hombres a quienes nos encantaba ir desde tempranito a disfrutar de las olas y aunque la mayoría lo hacía con el fin de divertirse, yo siempre intentaba ser el mejor. Entre los que más destacaban en ese grupo estaba “el chino”, el que escribe y Claudia, sí una mujer.
La competencia se basaba en el tiempo que podías permancer parado sobre la ola, a pesar de usar una ‘morey’, nosotros la utilizábamos como tablas. Cuando eres pequeño exageras las cosas, yo alucinaba que corría inmensos olones pero la verdad, viendo la escena desde mi perspectiva actual, aquellas olas no superaban el metro de altura, en fin ese es otro tema.
Nuestra categoría ‘junior’ era una especie de preliminar para la de los mayores. A pesar de no realizar maniobras radicales, o de bajar grandes olas, teníamos un gran público pendiente de lo que sucedía en el mar.  La competencia se inició desd muy temprano, el grupo se dividió en 2, en mi serie estábamos el “chino”, mi primo Ernesto, Alejandra y yo. La otra serie era únicamente de mujeres. De cada una solo pasaba uno y directo a la final.
Luego de correr por más de 20 minutos terminó mi serie y desde antes ya sabía que iba a clasificar, lo sentía por la cantidad de olas que supe correr y así fue, vimos los resultados en la pizarra y estaba dentro de la final, lo más difícil ya había sido superado, ahora tocaría enfrentar a una niña.
De la otra serie la ganadora fue Claudia, me sentí tranquilo porque jamás me iba dejar ganar por una mujer (a esa edad era pecado mortal que una mujer te supere hasta en el yan ken po). El momento de la verdad había llegado, dos piojos se disputarían por 20 minutos el campeonato. Mi honor estaba en juego.

La primera ola la agarró claudia, que con una destreza innata supo llegar hasta la orilla impactando a los jueces. Yo pacientemente esperé por mi ola, ésta llegó, era una doble ola la que según yo me daría el título. La remé con fuerza, me paré y a los pocos metros me caí, no lo podía creer. Seguimos palmo a palmo disputando las olas, yo quería ganar como sea y a ella se le notaba relajadaza, me empezaba a poner nervioso de tan sólo pensar que podía ganarme una mujer.
El resto de la serie transcurrió con normalidad, resaltando que fue Claudia quien nunca se cayó de la morey. La chicharra avisó que la serie había terminado. A la orilla se encontraban mis amigos que me recibían dándome el aliento necesario, en la otra esquina, las chicas hacían lo mismo con su competidora, una guerra de géneros se estaba librando.
A pesar de haber caído en una oportunidad tenía la plena confianza de ganarle por habilidad y además porque un tío mío, surfer también, se encontraba de juez y tal vez me daría una mano.
Tiritando de frío, mordiéndome las uñas de mis pequeños y arrugados dedos que remaron fuerte y parejo para llegar a la final, me encontraba entre la multitud esperando frente al estrado el resultado final de la serie. “Y en la categoría junior, segundo lugar… (mariposas en el estómago de por medio) Alonso Cockburn”. No lo podía creer, mi honor había sido pisoteado, magullado mientras las mujeres abrazaban a Claudia, nos sacaban pica, las fotos eran para ellas.
Sin pena ni gloria decidí retirarme del lugar de manera caleta, lo más gracioso fue que entré nuevamente al mar para seguir corriendo. Una vez dentro me corrí las mejores olas del día, no gané nada pero aprendí una lección: si uno se divierte haciendo lo que más le gusta, de todas maneras lo hará bien. Yo me presioné y perdí, ella sonrió y ganó. Sí me ganó una mujer.

lunes, 16 de mayo de 2011

Triste Alegría

Por: Marco Escudero Carranza
El reloj marcada las ocho de la noche de un 13 de agosto 1997. Las calles estaban vacías. La gente estaba esperanzada de lo que iba a suceder en aquella final de Copa Libertadores en Brasil entre Cruzeiro y Cristal.
Ese día nos sentamos en un mueble mi padre y yo. Esperando la antesala del partido. Justo horas antes, nos habían puesto Cable Mágico, que en ese tiempo, era lo último en televisión. El partido lo pasaban en el 13 como en el canal 22. Mientras mis hermanos estaban en el cuarto viendo otra cosa que no sea fútbol. Los dos estábamos más nerviosos, pero más mí padre siendo él hincha de Alianza Lima. Yo con nueve años de edad, no veía el fútbol como ahora lo observo. Si esta final hubiera sido mañana, estaría como loco rondando por mi casa.
Mis manos estaban frías de los pocos nervios que sentía. Renegando, aplaudiendo, aconsejando a mi equipo por una pantalla de televisión a que juegue bien. En el minuto 25’  del partido me paré del mueble. Estaba a punto de gritar gol, pero Julinho no me dejó gritarlo. Falló un gol solo y claro en el arco de Dida. Era el gol de la consagración.
Acaba el primer tiempo. Mi viejo me invita una gaseosa y me dice: “ese partido lo ganamos. Como me arrepiento de ser de Alianza, hijo”. Era el hincha más celeste en ese entonces. Pero llegó el momento más triste, más duro para todo el hincha celeste. Es, quizás, el gol que más hizo sufrir a un fanático bajopontino. Elivelton fue el causante de esa herida que hasta ahora no se cierra en cada mente y corazón cervecero. Mis ojos estaban con bordes de lágrimas. Mi padre me veía con una cara  de tristeza. No lo podíamos creer.
Acaba el partido. Nos quedamos mudos, pero felices por una parte por ver a un equipo peruano en una final de Copa Libertadores. Cristal cayó de pie. Me sentí orgulloso de mi equipo y de mi mismo. Una final que hasta ahora no lo olvido y jamás lo olvidaré.  




Escape a la Victoria

Por: Leonardo Alfaro Altamirano

Llanto de felicidad. Lágrimas que me hicieron entender mejor un sentimieto que de niño implanté en mi corazón. No fue la primera vez que fui a ver a mi Alianza Lima, pero esa vez viví algo que nunca en mis 13 años de aquel entonces había experimentado. La definición del campeonato nacional del año 2003 se realizó el 31 de enero del año siguiente. Eran el campeón del apertura (Sporting Cristal) contra el del clausura (Alianza Lima).

Mi primo pertenecía a la barra llamada "Paroxismo" de San Martín de Porres.Yo quería ir con esta al estadio, vivir lo que él ya comprendía muy bien. Muchas veces me había escapado de mi casa, me iba con amigos del barrio a ver los partidos del "equipo del pueblo". Pero ninguno como aquella vez. Recuerdo que caminamos desde el estadio nacional hacia la calle de "Mendoza". Lugar en el que se concentraba el "Comando Sur". Se cantó, saltó y gritó. Fue una fiesta. Ese día me escapé, diciendo que iría a jugar fútbol. Mi madre ignoraba que ese día era la final entre Alianza Lima y Sporting Cristal. Antes de hacer las colas para ingresar al estadio, mi primo, sus amigos de la barra y yo fuimos a pedir entradas a un tipo grande, fornido y calvo.  Luego entramos al estadio y nos ubicamos casi en el medio. Era un frenesí incomparable. No paraba de cantar, de saltar, de maldecir a los jugadores del Sporting Cristal. Los del Rímac anotaron el primer gol, Jorge Soto fue quien marcó. Pero Roberto Silva igualó el marcador tras pase de Jefferson Farfán. Ese gol grité con todas mis fuerzas, mientras sentía como una avalancha humana caía.

En el tiempo suplementario, mi garganta estaba que me dolía. La voz me cambió pero aun quedaba un grito más. Farfán anotó de cabeza y se fue a celebrar con la tribuna en la que yo estaba. Eso fue lo que más recuerdo. Acabó el partido y toda la tribuna sur saltaba, los jugadores fueron a celebrar con el "Comando Sur" y yo lloraba de emoción o quizá por la paliza que me daría en casa.

El verde de Matute..

Por Fabrizzio Zuñiga


Imagen referencial, Es una que, de
alguna manera, va con el relato.
A medida que me iba acercando veía poco a poco el verde. Escuchaba como el comando sur iba calentando la garganta, la fiesta estaba por empezar.

Según toda mi familia, hasta los 7 años, yo era "hincha" de Universitario de Deportes. Mi madre es crema, mi tío, mis primos, mis tías, mi abuelo también lo era. Según cuentan, la familia por parte de mi madre, es una de las que en su tiempo fundaron una de las primeras barras de oriente. Incluso fui varias veces al estadio. Intenté lo más que pude, pero no recordé nada de esa época.

Un fin de semana, me quede en la casa de mis abuelos. Mis padres iban a Francia, a tomar unas merecidas vacaciones de mí. Las dos semanas que me quede en la casa de mis abuelos cambiaría lo que pensaba con respecto a ser un hincha.

Mi abuela era la persona más blanquiazul que podía haber sobre la tierra. En sus tiempos mozos solía ir al estadio a dejar la garganta alentando a los grones. El primer fin de semana, fiel a su estilo no podía dejar de ver a su Alianza.
 
América Televisión pasaba los partidos del equipo de la victoria. Algo no dejaba que ella Viera tranquila su partido. Su primer nieto varón era hincha de la U. Ella no dejaría que la situación continuara de esa manera. Me compro dulces y demás cosas en el medio tiempo para que viera la segunda mitad del partido junto a ella. A los 10 minutos de comenzado el segundo tiempo, un penal en contra de Alianza me haría ver, lo cabalística que podía ser mi abuela.

Me hizo cruzar los dedos y desear con todas mis fuerzas que la pelota no entrara al arco blanquiazul. Ya me había comprado caramelos y boliquesos, como negarse a tan simple pedido. Así lo hice, mientras veía como el tirador corría hacia el balón e impactaba la pelota con descomunal potencia.

Un grito me dejo sordo, un abrazo me dejo sin aire. Había fallado el penal y el marcador seguía 0 a 0. Me hizo sentir bien saber que había contribuido a que de alguna manera la pelota se vaya al cielo y que mi abuela este contenta por eso. Lamentablemente Alianza termino empatando o perdiendo, lo supongo porque mi abuela no estaba de buen humor al término del partido. Mi lonche fue un vaso de quaker hecho sin amor y un pan con margarina (la cual odio)

En un ataque de cariño me abrazo y me dijo "la próxima semana todo será alegría, ya verás"

Pasó la semana y sin darme cuenta, era sábado. "Vamos”  - alcance  a oír – “prepárate que nos vamos al estadio”.

No puedo negar que me pareció una idea como cualquier otra, ni buena, ni mala.

En el camino me iba diciendo que no si no salía convertido en blanquiazul de ese estadio dejaría de ser mi abuela. Pensé en lo terrible que podía ser eso y me puse triste.

No recuerdo como, pero ya estábamos adentro y caminábamos con rumbo hacia la tribuna de occidente. Un montón de gente con polos a rayas azules iba hacia la misma luz hacia la que nos dirigíamos nosotros.  Y así poco a poco la luz comenzó a convertirse en verde.

Tenía el campo del Estadio de Matute frente a mis ojos por primera vez. Fue mucha la información que recibí. Canticos y gritos de mucha gente, y visualmente todo era increíble.

No recuerdo el trámite del partido, pero un gol de Alianza hizo que mi abuela me abrazara a más no poder, un señor se agacho hacia mí y me grito “gol” en la cara. Me cogió la cabeza y me despeino cual tío a su sobrino. Era demasiada la alegría que me contagie y grite también.  Estaba demasiado feliz, era una sensación increíble, era la primera vez que gritaba junto con un conjunto de personas por una misma causa. Fue como sentir tu grito multiplicado por cien.

Tampoco recuerdo como quedó el partido. Lo que recuerdo es que en ese instante decidí ser hincha blanquiazul. Fue una de las primeras decisiones trascendentales que tome en mi vida y no me arrepiento ni un segundo de haberla tomado.

Llegando a casa le dije a mi abuela que sería Aliancista de corazón por el resto de mi vida.

Van 14 años y jamás pensé en romper aquella promesa que le hice a mi abuela que, desde el cielo, seguro sigue viendo los partidos de su Alianza Lima.

Al lado de un Grande



Muchas personas no valoran lo que significo Teófilo "el Nene" Cubillas en la historia del fútbol peruano. No es poco lo que hizo, jugó tres Mundiales con la blanquirroja, marcó el gol de tiro libre más espectacular que haya visto en mi vida y, como si fuera poco, se ubica entre los ocho mejores goleadores de la historia de los Mundiales. Yo tuve la oportunidad de conocerlo. Un sueño cumplido.

Corría el año 1996 y Coca Cola organizó un evento. Tenías que juntar tus chapitas y enviar un sobre para así entrar a un sorteo en el que solo pocos entrarían a la Academia Coca Cola, donde los afortunados iban a ser dirigido por Cubillas y otros técnicos reconocidos por toda una semana.

Para mi suerte no tuve que juntar ninguna chapita, mi tío fue escogido por Cubillas para que sea uno de los técnicos que lo acompañen. Es así que junto a mis tres primos entramos a ser parte del grupo selecto de niños que participarían en este irrepetible evento.

Fue una semana mágica, me despertaba todas las mañanas feliz a ir a entrenar, me ponía mi uniforme e iba hasta la Videna acompañado por mi madre, con la mayor ilusión del mundo. Al término de cada entrenamiento me iba satisfecho de haber aprendido algo nuevo cada día. Los profesores no solo se dedicaban a mejorar tus habilidades futbolísticas, sino que te daban consejos para la vida misma.

El día de la clausura "el Nene" te regalaba tu pelota junto a tu diploma, pero lo que más esperaban los pequeños era el momento de la foto. Cuando llegó mi turno me embargo una emoción indescriptible, pues a pesar de que nunca lo vi jugar, es y siempre será una leyenda histórica del fútbol.

Siempre quedará en mi memoria esta grata experiencia. A parte de aprender algunos secretos del fútbol, conocí al más grande jugador peruano de la historia, hice muchos amigos, compartí momentos agradables con mis primos y tomé mucha Coca Cola gratis.

domingo, 15 de mayo de 2011

4 al hilo a los 9 años.


Por: Diego Landa
Corría el año 2000 y por mí solo habían pasado 9 años y un poco más. Me crié con el pensamiento deportivo, podía ver desde fútbol hasta baseball y me quedaba pegado frente al televisor. Era, fui y seré hincha de la U, así es, del glorioso equipo crema, el de la garra y pundonor. Tenía que llegar la primera vez del clásico en el estadio y llegó ese día. El día primero de noviembre del 2000, en la tarde se enfrentaría mi equipo frente al rival de siempre, al que nunca alentaría en la vida, del que nunca gritaría un.gol, así sea en Libertadores. Agarré mi camiseta (en esa época con Cusqueña y Aero Continente).

La emoción de ir al estadio siempre está, siempre es como la primera vez, ¿Cómo quedará mi equipo? y llegó el momento de ir al estadio, me situé con mi papá y mi hermano en oriente alto, para unos años después comenzar a alentar a la U desde la tribuna norte. Empezó el partido, todo era algarabía y tuvo que llegar el primer gol, tal vez uno de los goles que más recuerde. El gol de Grondona inundaba el grito de 9 años que por primera vez iba a un clásico, por primera vez iba a un evento deportivo tan importante. El gran "puma" Carranza metiendo un pase increible para que Grondona la baje como un grande, como lo que es y solo con una caricia ponerla al lado  del arquero blanquiazul y con ese gol comenzamos la jornada deportiva.  Y llegó el segundo golazo, tenía que aparecer Esidio, el elegido por Dios para poner el 2 a 0 frente a Alianza con un zapatazo en un tiro libre.

El tercero no se hizo esperar mucho y llegó el zorro y puso la Z en la espalda (por no decir otra cosa) en la espalda de los aliancistas para poner con 3 dedos el tercero del encuentro, el tercero del equipo crema, la alegría que salía de mí era la felicidad de 9 años juntos saliendo en 90 minutos. . Al final me parece (no quiero recordar) que nos descontaron, pero fue flor de 2 minutos. El partido terminó 4 a 1, el partido que marcaría mi hinchaje con la U, el partido que marcaría mis 9 años.

Aquí el mejor gol del encuentro





martes, 3 de mayo de 2011

Como Pedro en Wembley: Barcelona eliminó al Real Madrid y está en la final de Champions

                                          Foto: espndeportes.com

Por: Alfredo Tirado

Empató en su casa y ahora está en su hogar: la final. El Barcelona empató 1-1 con el Real Madrid en el Camp Nou y aseguró su pase al a final de la Champions League, tras un ida y vuelta ante los blancos que dejó solo un clasificado: el mejor equipo del mundo.

No se sabía cómo jugarían los merengues en el último de cuatro enuentros ante sus clásicos rivales. Era el partido más importante de la serie de derbis que definiría el primer competidor de la final de Wembley. El Real partió en el tren en busca de la ansiada clasificación con once boletos comprados: uno fue dado a Kaká. El jugador brasileño arrancó el partido con la intención de Mourinho de que haga algo diiferente para superar la defensa blaugrana. Sus compañeros presionaron más que en los encuentros anteriores pero el resultado fue nulo: es que la zaga del Barza es sin duda una de las más impenetrables del planeta.

El Barcelona salió a jugar como siempre: excelente. Toques, paredes y más de una llegada pudieron hacer que campeón español goleara al cuadro de 'Mou', pero el portero Casillas sacó más de tres pelotas de gol al Barza que daban esperanzas a los hinchas blancos. Y como el que lo busca lo encuentra, el gol del Barcelona llegó con un delicado y veloz pase de Iniesta. Fue fue la llave del portón blanco para que Pedro entre como en su casa y resuelva con tres pasos simples: control, disparo de zurda y a celebrar. Finalmente, el Barza derrumbaba la muralla española (Casillas) y el mundo podía esperar que vengan más goles: los catalanes tenían que soltarse.

Pero los españoles tienen furia. En este caso, la furia blanca (no roja) sacó de su arsenal una arremetida de Marcelo que culminó gon gol de Di María -a punta de esfuerzo- y ahí se cerró el resultado. No había para más goles, quizás sí para tarjedas: Marcelo y Carvalho pudieron irse antes del pitazo final por una entrada peligrosa y repetición de faltas, respectivamente.

Como el Madrid no podía acercarse otra vez al arco de Valdés, salió Kaká para que ingrese Ozil. La ofensiva merengue no mejoró mucho y siguió igual cuando ingresó Adebayor. En cambio, el Barza continuó su acecho ante Casillas que pedía a su compañeros luchar por dos goles más (si Real ganaba 3-1 clasificaba).

La sorpresa no sucedió. Real dejó el registro en uno y el Barza avanzó a la etapa donde siempre debería estar por toda la eternidad: la final de la Champions. El equipo de Guardiola lleva una copa alzada y su sitio está en ese evento tan importante que lo tendrá a la vista de todo el planeta, en la lucha por más copas para lograr marcas nunca antes logradas. Es su casa, es su final, es su torneo. Ahora, a esperar el próximo partido entre Manchester United y Schalke 04. El que pase verá como lo enfrenta.