Por Fabrizzio Zuñiga
Imagen referencial, Es una que, de alguna manera, va con el relato. |
A medida que me iba acercando veía poco a poco el verde. Escuchaba como el comando sur iba calentando la garganta, la fiesta estaba por empezar.
Según toda mi familia, hasta los 7 años, yo era "hincha" de Universitario de Deportes. Mi madre es crema, mi tío, mis primos, mis tías, mi abuelo también lo era. Según cuentan, la familia por parte de mi madre, es una de las que en su tiempo fundaron una de las primeras barras de oriente. Incluso fui varias veces al estadio. Intenté lo más que pude, pero no recordé nada de esa época.
Un fin de semana, me quede en la casa de mis abuelos. Mis padres iban a Francia, a tomar unas merecidas vacaciones de mí. Las dos semanas que me quede en la casa de mis abuelos cambiaría lo que pensaba con respecto a ser un hincha.
Mi abuela era la persona más blanquiazul que podía haber sobre la tierra. En sus tiempos mozos solía ir al estadio a dejar la garganta alentando a los grones. El primer fin de semana, fiel a su estilo no podía dejar de ver a su Alianza.
Según toda mi familia, hasta los 7 años, yo era "hincha" de Universitario de Deportes. Mi madre es crema, mi tío, mis primos, mis tías, mi abuelo también lo era. Según cuentan, la familia por parte de mi madre, es una de las que en su tiempo fundaron una de las primeras barras de oriente. Incluso fui varias veces al estadio. Intenté lo más que pude, pero no recordé nada de esa época.
Un fin de semana, me quede en la casa de mis abuelos. Mis padres iban a Francia, a tomar unas merecidas vacaciones de mí. Las dos semanas que me quede en la casa de mis abuelos cambiaría lo que pensaba con respecto a ser un hincha.
Mi abuela era la persona más blanquiazul que podía haber sobre la tierra. En sus tiempos mozos solía ir al estadio a dejar la garganta alentando a los grones. El primer fin de semana, fiel a su estilo no podía dejar de ver a su Alianza.
América Televisión pasaba los partidos del equipo de la victoria. Algo no dejaba que ella Viera tranquila su partido. Su primer nieto varón era hincha de la U. Ella no dejaría que la situación continuara de esa manera. Me compro dulces y demás cosas en el medio tiempo para que viera la segunda mitad del partido junto a ella. A los 10 minutos de comenzado el segundo tiempo, un penal en contra de Alianza me haría ver, lo cabalística que podía ser mi abuela.
Me hizo cruzar los dedos y desear con todas mis fuerzas que la pelota no entrara al arco blanquiazul. Ya me había comprado caramelos y boliquesos, como negarse a tan simple pedido. Así lo hice, mientras veía como el tirador corría hacia el balón e impactaba la pelota con descomunal potencia.
Me hizo cruzar los dedos y desear con todas mis fuerzas que la pelota no entrara al arco blanquiazul. Ya me había comprado caramelos y boliquesos, como negarse a tan simple pedido. Así lo hice, mientras veía como el tirador corría hacia el balón e impactaba la pelota con descomunal potencia.
Un grito me dejo sordo, un abrazo me dejo sin aire. Había fallado el penal y el marcador seguía 0 a 0. Me hizo sentir bien saber que había contribuido a que de alguna manera la pelota se vaya al cielo y que mi abuela este contenta por eso. Lamentablemente Alianza termino empatando o perdiendo, lo supongo porque mi abuela no estaba de buen humor al término del partido. Mi lonche fue un vaso de quaker hecho sin amor y un pan con margarina (la cual odio)
En un ataque de cariño me abrazo y me dijo "la próxima semana todo será alegría, ya verás"
Pasó la semana y sin darme cuenta, era sábado. "Vamos” - alcance a oír – “prepárate que nos vamos al estadio”.
No puedo negar que me pareció una idea como cualquier otra, ni buena, ni mala.
En el camino me iba diciendo que no si no salía convertido en blanquiazul de ese estadio dejaría de ser mi abuela. Pensé en lo terrible que podía ser eso y me puse triste.
No recuerdo como, pero ya estábamos adentro y caminábamos con rumbo hacia la tribuna de occidente. Un montón de gente con polos a rayas azules iba hacia la misma luz hacia la que nos dirigíamos nosotros. Y así poco a poco la luz comenzó a convertirse en verde.
Tenía el campo del Estadio de Matute frente a mis ojos por primera vez. Fue mucha la información que recibí. Canticos y gritos de mucha gente, y visualmente todo era increíble.
No recuerdo el trámite del partido, pero un gol de Alianza hizo que mi abuela me abrazara a más no poder, un señor se agacho hacia mí y me grito “gol” en la cara. Me cogió la cabeza y me despeino cual tío a su sobrino. Era demasiada la alegría que me contagie y grite también. Estaba demasiado feliz, era una sensación increíble, era la primera vez que gritaba junto con un conjunto de personas por una misma causa. Fue como sentir tu grito multiplicado por cien.
Tampoco recuerdo como quedó el partido. Lo que recuerdo es que en ese instante decidí ser hincha blanquiazul. Fue una de las primeras decisiones trascendentales que tome en mi vida y no me arrepiento ni un segundo de haberla tomado.
Llegando a casa le dije a mi abuela que sería Aliancista de corazón por el resto de mi vida.
Van 14 años y jamás pensé en romper aquella promesa que le hice a mi abuela que, desde el cielo, seguro sigue viendo los partidos de su Alianza Lima.
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